sábado, 14 de noviembre de 2009

La puerta de salida lleva adentro...


Bibleman se sentó. Descubrió que le temblaban las manos. Pensó para si mismo: nací en el siglo equivocado. Cien años atras esto no hubiera sucedido y dentro de un siglo será ilegal. Lo que necesito es un abogado.

Su vida había sido tranquila. A lo largo de los años había llegado hasta la modesta posición de vendedor de casas flotantes. Para un hombre de veintidós años no estaba mal. Casi era propietario de su departamento de un ambiente: lo estaba alquilando con opción a compra. Era una vida modesta como la mayoría de las vidas. No pedía demasiado y no se quejaba, normalmente, de lo que recibía. Aunque no comprendía el sistema impositivo que recortaba sus ingresos, lo aceptaba. Aceptaba cierto estado de penuria del mismo modo en que consentía que una muchacha no quisiera acostarse con él. En cierto sentido esto lo definía, era su medida. Soportaba lo que no le gustaba, y consideraba esta actitud como una virtud. La mayor parte de la gente que tenía autoridad sobre él lo consideraba una buena persona. Su jefe en las Casas de la Nube Nueve le decía qué tenía que hacer y sus clientes, en realidad, también le decían qué hacer. El gobierno también le decía a todos lo que tenían que hacer, o al menos eso suponía. Tenía poco trato con el gobierno. Eso no era ni una virtud ni un vicio, simplemente era buena suerte.

Una vez había experimentado vagas fantasías. Tenían que ver con ayudar a los pobres. En la escuela secundaria había leído a Charles Dickens y una vívida idea de los oprimidos se le había fijado en la mente hasta el punto en que podía reconocerlos: eran los que no tenían un departamento de un ambiente, ni trabajo y ni habían llegado hasta la escuela secundaria. Algunos nombres de lugares se le pasaban por la cabeza, tomados de la televisión, lugares como la India, donde una máquina de alto rendimiento barría a los moribundos de las calles. Una vez una máquina de enseñanza le había dicho: tienes un buen corazón. Eso lo sorprendió: no que una máquina dijera eso, sino que se lo dijera a él. Una muchacha le había dicho lo mismo. Se quedó maravillado. ¡Se unían enormes fuerzas para decirle que no era una mala persona! Era un misterio y una delicia.

Pero aquellos días ya se habían ido. Ya no leía novelas y la muchacha fue transferida a Frankfurt. Ahora lo había engañado un robot, una máquina barata, y le iban a hacer levantar mierda con una pala, acosado por un aparato que sacaba ciudadanos de las calles batiendo marcas. No era una academia donde lo iban a mandar; no había ganado nada. Muy probablemente se ganó un lugar en un campo de trabajos forzados. La puerta de salida lleva adentro, pensó para si mismo. Lo que es lo mismo decir cuando te requieren ya te tienen. Todo lo que necesitan es completar el papeleo. Y una computadora puede procesar los formularios tocando solo una tecla. La letra I significa INFIERNO y la E, ESCLAVO, pensó. Y la T para TÚ.


Fragmento: "La puerta de salida lleva hacia dentro" PHILIP DICK (1979)


Ésto fue escrito en 1979, pero el miércoles 11, cuando volvía de una entrevista laboral en un call center, parecía haber sido escrito para mi. En fín, voy a laburar por algunos meses en un asqueroso call center, "Y una computadora puede procesar los formularios tocando solo una tecla. La letra I significa INFIERNO y la E, ESCLAVO, pensó. Y la T para TÚ" nada más que decir.

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